«Antes de aprender a leer, ya sabía coser», dice Aitor Saraiba mientras acierta puntadas en una tela sin mirarla siquiera. No lo necesita. «Es como los adolescentes, que escriben en WhatsApp sin ver la pantalla. El bordado lo tengo tan interiorizado como respirar». Empezó a hacerlo de pequeño en Talavera de la Reina, donde veía a su madre salir a coser a la calle junto a sus vecinas. «Allí no había museos y la cultura que conocía era la popular, la de esas mujeres», comenta. Del recuerdo de su infancia en Badajoz le viene también el arte de la manufactura a Javier Sánchez Medina, uno de los artesanos patrios más reconocidos por sus cabezas de animales de cestería que trenza en su taller de Malasaña. «Mi abuelo siempre estaba en el patio de casa haciendo bases de sillas de enea o trenzando esparto. Fue jugando a su alrededor, viéndolo crear, como aprendí a trabajar la fibra natural».
Year.
2022